Sobre el retrato

El retrato es una de las formas más comunes de representación visual. Tan común desde la más remota de las pinturas hasta la infalibidad del Photoshop y los territorios ilusorios de la imagen en 3D. Un medio recurrente, en el cual, nuestra necesidad de visibilidad, además de la necesidad de reconocimiento por parte del que nos mira y posteriormente nos recuerda. Muestra y reflejo de nuestro tiempo, de nuestras preocupaciones y angustias, y como punto vital de todo este “mostrar-se”, la trascendencia estereotipada de nuestra existencia a través de los territorios sociales y culturales.
Abordar el retrato es una tarea complicada, sobre todo cuando se trata de la fotografía, un medio cargado de significantes, cuya semántica está fuertemente influenciada por la inmediatez y la evidencia, aún sea esta transmutada y disfrazada: una foto es una foto. Al abordar el retrato se inicia una especie de ejercicio taxidermista en donde la antropología juega un papel crucial, muy frecuente en la fotografía actual que juega más a determinar la superficialidad, abordando los individualismos y las particularidades culturales en las cuales está inmerso el sujeto actual, que a revisar el entendimiento subjetivo del “otro”. Si se parte de esa subjetividad, no es para buscar, sino para mostrar las secuelas o resultados de ese sujeto humano que más que un sujeto entendido y analizado, es un sujeto cosificado.